Lizbeth J. Chaviano Pérez
El azúcar en el Caribe: origen y evolución

La historia del cultivo de la caña de azúcar en el Caribe comenzó en 1493, con el segundo viaje de Cristóbal Colón a América. A su paso por Canarias, el almirante recogió unas cañas que fueron planta- das en La Isabela; poco después las muestras de la gramínea germinaban con éxito. La gran adaptabilidad de la planta permitió que su cultivo se fuera expandiendo por La Española y alcanzara las islas de Cuba y Puerto Rico. Sin embargo, no fue hasta siglo y medio más tarde que la caña de azúcar comenzó a desplazar a otros cultivos de la región —tabaco, añil, algodón— que hasta entonces constituían la base de las economías antillanas; la transformación de los usos de suelo y de las técnicas de cultivo condujo a la consolidación de la plantación moderna. Barbados fue el abanderado de este proceso en la década de 1640. Para ello contó con la colaboración directa de los holandeses residentes en la región de Pernambuco, quienes aportaron las técnicas de cultivo y de producción más avanzadas, así como el financiamiento para la construcción de nuevos ingenios. A partir de 1654 estas inversiones se incrementaron, a raíz de su expulsión del nordeste brasileño por los portugueses. Buena parte de los comerciantes y plantadores neerlandeses expulsados decidieron establecerse en islas de las Antillas Menores: Curazao, Martinica, Guadalupe, Barbados, Antigua, Montserrat, San Cristóbal, Nevis y otras, llevando consigo las técnicas, los créditos necesarios para comprar los esclavos que requerían las haciendas, así como las redes para la comercialización de sus producciones. También las Antillas mayores no españolas —Jamaica y Saint- Domingue— y otros territorios de la costa nordeste de Sudamérica —Guayanas— sintieron los efectos de la «revolución azucarera». Comenzaba así, a finales del seiscientos, la apuesta de las Indias Occidentales por una economía basada en el azúcar y la esclavitud.