Juan Bordes
La infancia de las vanguardias, o el nacimiento de los juguetes educativos y la construcción del dibujo moderno

SIN LOS REVOLUCIONARIOS programas educativos del siglo XIX no es posible explicar la aparición de las vanguardias artísticas en las primeras décadas del siglo XX. La ciencia y el arte producen las transformaciones sociales más visibles e inmediatas, pero sólo la educación, con su proceso lento y generacional, es capaz de construir el espacio mental para que aparezcan los científicos y artistas pioneros. Por eso, cuando contemplamos la extraordinaria convulsión que renovó las artes plásticas a principios del siglo XX, es necesario recordar que en 1900 Kandinsky tenía 34 años, Kupka y Balla 29, Mondrian 28, Malevich y Klee 21, Picasso y Léger 19, Braque y Boccioni 18, etc. Es decir que la formación de los protagonistas de las vanguardias pertenece enteramente al siglo XIX, y por lo tanto es significativo analizar su infancia como determinante de sus geniales personalidades.
Es evidente que en la educación del niño intervienen factores familiares, pedagógicos y sociales determinantes. Y para reconstruir el paisaje singular (doméstico, escolar y cívico) que alertó y educó la percepción de los protagonistas de la ruptura artística, bastaría con seleccionar oportunamente los elementos discordantes del paisaje cotidiano que justifiquen la aparición de las obras de estos pioneros vanguardistas. Ciertamente el paisaje de la infancia es muy distinto del que viven los adultos, pues el niño descarta elementos de su entorno para crear su mundo con sólo las cosas que atraen su atención. Pero aunque el escenario individual en el que cada persona vive su niñez va desapareciendo con la adolescencia para introducirse en el colectivo, las personas creativas decidirán volver a él y actúan desde aquella singularidad que se habían autoconstruido.